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Los Maratines

 El nombre de este grupo aparece bajo la forma de “martínez” de la descripción de Agustín López de la Cámara Alta, escrita en 1758. A fines del siglo XVIII, Santa María habla de indios “maratines”; en singular de un individuo “maratín”. A poca distancia, en las colinas de Aldama, vivía un pueblo sedentario llamados aretines, que tal vez estuvieron emparentados con los maratines. López de la Cámara Alta informa que el grupo pagano llamado “martínez” habitaban en un angosto valle de la Sierra de Tamaulipas, en el cual se ubicaban las fuentes del Río de la Presa del Rey. Este curso de agua no puede ser otro que el actual río Tigre, sobre cuyas márgenes se encuentra la ciudad de Aldama. En efecto, fue fundada en 1790 por el llamado Conde de Sierra Gorda, don José de Escandón, bajo el nombre de ¨Villa de la Divina Pastora de las Presas del Rey¨, de modo que los maratines debieron vivir en los alrededores de los actuales ranchos de Piedras Negras y El Olivo. Por otra parte, el fray Vicente Santa María nos hace saber que los maratines ocupaban una parte de la pequeña sierra que se extiende desde el Tamaulipas oriental hasta el puerto de Soto la Marina, misma que fue bautizada con el nombre de ellos. López de la Cámara Alta nos dice que los maratines, así como los mariguanes, eran un numeroso pueblo de agricultores sedentarios y pacíficos, que habitaban en viviendas fijas, fabricaban alfarería, y cultivaban maíz, frijol, chile, calabaza y camote. 

Con bastante facilidad se sometieron a los españoles cuando fue fundada la ciudad de Presas del Rey (hoy Aldama). En Wikipedia existe una página sobre el idioma maratino, en su versión en inglés menciona algunas palabras traducidas. Los maratines no dejaron ruinas ni códices. Un testimonio sobre su poesía y sus danzas es el único vestigio que ha llegado hasta nosotros. 

(Imagen de la fauna de la sierra de maratines)


Gracias al escrito de fray Vicente de Santa María (1755-1813) llega hasta nosotros un poema maratino y testimonios de sus danzas. 
"A varios de ellos hice multiplicadas preguntas sobre lo que decían con tanto ahínco en sus coplas, y me respondían que hablaban unas veces con la luna y con las nubes, otras con el sol y con el frío y que en otras, finalmente, hacían recuerdo de sus hazañas en el monte y en la guerra. Para que se vea el entusiasmo poético de estos salvajes, no he podido prescindir de copiar, a la letra y en su idioma mismo, un fragmento de estas sus canciones; y con la traducción al pie que me ha parecido más puntual y a la letra. El idioma es de los maratines, que fueron, en la materia, a los que traté más de cerca. Y es de creer que los demás [idiomas], aunque distintos en el sonido, sean idénticos en el modo de versificar y de discurrir". 

"[...] En efecto, al baile que sin interrupción dura lo más de la noche, mezclan de cuando en cuando y por partes, los danzarines, sus viajes al peyote, que está dispuesto a un lado y ministrado por las indias y los viejos, de manera que la conclusión del festejo es quedar todos postrados y dormidos".















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